Editorial
Guadalupe Loaeza
Política Gurú
Silvia Pinal, ícono del cine y la televisión, dejó huellas imborrables en quienes la conocieron de cerca. Una de esas memorias incluye una visita especial a mi hogar, donde compartió momentos de su vida entre éxitos y tragedias personales.
La conocí en mi adolescencia cuando era madrastra de mi mejor amiga, Gaby. Su matrimonio con Gustavo Alatriste, un próspero empresario, marcó una etapa de glamour y lujo. Gaby siempre hablaba de su guardarropa en su residencia del Pedregal y del famoso retrato que Diego Rivera pintó de Silvia en 1955. Admirábamos su encanto y soñábamos con ser artistas como ella.
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Más adelante, cuando ya era periodista, volví a coincidir con Silvia. En 1995 me propuso convertir mi libro Las Niñas Bien en una telenovela. A pesar de su entusiasmo y sus promesas de cuidar los detalles, decidí no aceptar. Admiraba su trayectoria, especialmente en películas dirigidas por Luis Buñuel, pero temía que el proyecto desvirtuara mi obra.
En el año 2000, Silvia me sorprendió con una llamada. Quería venir a mi casa, y acepté encantada. En ese tiempo enfrentaba problemas legales relacionados con un supuesto fraude, situación que la tenía visiblemente afectada. Cuando llegó, la noté más joven y llena de ganas de hablar. Esa tarde compartió conmigo sus penas, alegrías y los momentos más oscuros de su vida.
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Me contó sobre la pérdida de su hija Viridiana Alatriste, tragedia que la marcó profundamente. También recordó con cariño a Gustavo Alatriste, a quien describió como el gran amor de su vida. Sin embargo, no todos sus recuerdos eran felices. Con amargura habló de su matrimonio con Enrique Guzmán, marcado por la violencia, y de las dificultades con sus hijas, Sylvia Pasquel y Alejandra Guzmán.
Silvia mostró una faceta humana y vulnerable que pocas veces se veía en público. Al despedirnos, entendí que su vida había sido un verdadero caso de la vida real: llena de luces y sombras, de éxitos y desafíos. Para quienes la admiramos, siempre será nuestra gran estrella. Descansa en paz, Silvia Pinal.
Pinal