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El sábado pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) visitó Sinaloa, una región clave en la creciente tensión con Estados Unidos tras el arresto de Ismael Zambada. La visita, que se llevó a cabo en una base militar y con un acceso público muy restringido, reflejó el malestar de AMLO por la coincidencia entre las declaraciones del embajador Ken Salazar y la carta de Zambada.
El mandatario mexicano expresó su incomodidad por el silencio mantenido por Washington desde los acontecimientos del 25 de julio. Según su perspectiva, esta falta de respuesta podría agravar la situación en México, exponiendo al país a una posible guerra entre cárteles, con consecuencias desastrosas para la población civil.
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Además, la tensión política se intensifica con la implicación del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, un aliado de AMLO desde hace décadas, en un contexto político particularmente complicado. La teoría de un secuestro dentro del Cártel de Sinaloa coloca al gobierno en una posición vulnerable frente a otros grupos criminales, ya que un movimiento de tal magnitud no se llevaría a cabo sin el apoyo del poder político.
En Estados Unidos, la administración de Joe Biden celebra su éxito en la lucha contra el fentanilo, mientras se prepara para la segunda audiencia de Zambada en una corte de Nueva York. La política interna de AMLO, que prioriza sobre cualquier asunto bilateral, lo ha llevado a considerar un movimiento estratégico de gran impacto: reconocer a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela, siempre y cuando el máximo tribunal de ese país declare legales las elecciones, aunque sean consideradas fraudulentas por la comunidad internacional.
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Este posible reconocimiento sería un duro golpe para la mediación liderada por Lula Da Silva y podría tener repercusiones significativas, ya que Gustavo Petro podría alinearse más con AMLO que con Brasilia. En este contexto, The Wall Street Journal ha revelado que Biden podría ofrecer a Maduro una salida a cambio de que reconozca la victoria de Edmundo González.
Sin embargo, la jugada de AMLO podría reducir la capacidad de maniobra de la Casa Blanca, que busca una salida pacífica para el chavismo, mediada por Cuba y Lula. El problema radica en que AMLO ha utilizado consistentemente la política exterior para fortalecer su base política interna, apoyando a Cuba, manteniendo relaciones con Rusia, y desafiando al gobierno español. Ahora, podría seguir el mismo camino con Venezuela, basándose en los fallos judiciales de ese país.
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