Alemania

Por: Michel Chaín

No es necesario ser ningún académico o experto en historia europea del Siglo XX, para que la asociación las ideas de Alemania y los movimientos más extremos del espectro político no haga levantar una ceja, sentir incómodos y, de manera hasta involuntaria, pensar en los 20 millones de combatientes muertos durante la Segunda Guerra Mundial, los poco más de 47 millones de civiles que también perecieron a consecuencia del conflicto, los 6 millones de víctimas mortales del holocausto (que podría ampliarse a más de 10 millones si, de manera adicional a los judíos también se considera el asesinato sistémico de polacos étnicos, pueblos eslavos, gitanos, homosexuales, personas con alguna discapacidad o con alguna enfermedad mental, así como disidentes políticos y/o religiosos, incluidos los testigos de Jehová) o las imágenes de las y los judíos que sobrevivieron a los campos de concentración.

Partiendo de que la Europa actual no es la Europa que en 1922 vio a Mussolini emprender la “marcha a Roma” e instaurar el primer régimen fascista del continente, ni tampoco la Alemania actual es la República de Weimar que en 1933 permitió a los Nacional Socialistas, con Adolfo Hitler como su caudillo, hacerse del poder e instaurar el régimen nazi, sí es de llamar la atención que, por primera vez desde 1945 que terminó la Segunda Guerra Mundial, un partido político de “ultraderecha” resulte ganador en unas elecciones teutonas.

Después del reconocido de liderazgo, no sólo en Alemania sino en el conjunto de la Unión Europea y el mundo, de Ángela “Mutti” Merkel, emanada del Partido Socialdemócrata (PSD) -identificado tradicionalmente como una de las opciones de centroizquierda europeas modernas- en la jornada electoral del pasado domingo 1°. de septiembre el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo lo que, tanto su dirigencia como la opinión pública, califican como un “éxito histórico” al ganar las elecciones locales de la provincia de Turingia (Thüringen en alemán) con nueve puntos de ventaja respecto al segundo lugar, la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU), y muy por delante de los tres partidos que conforman la actual coalición gobernante en Alemania a nivel Federal lo que, como ya se señaló, es un resultado inédito en los últimos 75 años de historia política germana.  Aún más la AfD quedó en segundo lugar en los comicios de la provincia de Sajonia, únicamente por detrás de la CDU.

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El avance de la ultraderecha en uno de los países más importantes e influyentes de Europa llama la atención, tanto por el voto de rechazo al actual liderazgo de Olaf Scholz, quien recibiera la cancillería de Angela Merkel cuando esta decidió retirarse de la política en 2021, como por su paralelismo con sucesos del pasado que fácilmente se podrían proyectar al futuro.  

Turingia no sólo es el lugar de nacimiento de grandes figuras que la cultura alemana, como el compositor de música clásica Johann Sebastian Bach o el padre de la sociología moderna, Max Weber.  Desde Martín Lutero y el movimiento de Reforma que cimbró al catolicismo, Turingia muchas veces ha sido un laboratorio social para el resto del mundo germano y no es dato menor el que, en 1930, fuera una de las provincias donde los nazis se hicieran de auténtico poder político.

Dados estos antecedentes, el triunfo de la ultraderecha en Turingia provoca reacciones que van de lo morbosas a lo amarillistas, y de ahí a lo mórbidas.  Sin embargo, y a diferencia de lo que ha sucedido en las llamadas “democracias iliberales”, en las que el triunfo electoral de una determinada opción política terminó por “quebrar” al régimen democrático del país concentrando los poderes del Estado en una sola persona u opción política, en Alemania la crisis del gobierno y/o de los partidos políticos que lo conforman, no significa la crisis del régimen democrático teutón o de sus instituciones.

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Por el contrario, y en una de esas combinaciones de responsabilidad política por parte de los partidos y actores políticos, un buen diseño de las instituciones y reglas de la competencia electoral y la madurez de las y los electores, pese a su triunfo del domingo los ultraderechistas de la AfD difícilmente llegarán a gobernar Turingia, pues en el esquema parlamentario que rige a Alemania, los ultraderechistas tendrían que aliarse con otros partidos y, de esta manera, generar una mayoría en la cámara que les permitiera “hacer gobierno”… ¡Y hasta el momento no lo han logrado y no parece que lo vayan a conseguir!

La izquierda y la derecha conservadora alemana, rivales históricos en las luchas electorales por gobernar a aquel país, de facto están formando un bloque para impedir que los ultraderechistas puedan gobernar haciendo patente que, en los hechos que es donde cuenta, para el grueso de la clase política alemana de esta generación es más importante cuidar al régimen democrático de la Bundesrepublik, que ejercer el poder.

Si en política de salud pública, ya se vio que México no es Dinamarca; en términos de compromiso democrático, altura política y responsabilidad ciudadana, lo que sucede en Turingia deja claro que tampoco es esta Alemania.

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