Nuestras Plumas
Por: Michel Chaín (*)
Con los recientes debates entre candidatas y candidatos a distintos cargos de elección popular, desde la Presidencia de la República hasta los gobiernos municipales, pasando por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México o CDMX, mucho se ha comentado sobre si tal o cual candidata o candidato evade responder cuestionamientos directos o, aún peor, responde con ocurrencias o miente dando datos imprecisos o falsos.
¿Importa?, ¿es algo que como electores nos deba de importar?, ¿tiene repercusiones ulteriores? Más allá del cuestionamiento ético sobre la calidad moral de alguien que descaradamente les miente a sus electores (y potenciales gobernados) para ocupar un cargo público, partiendo de que si ya se atrevió a eso como candidato es difícil prever cuáles van a ser sus límites ya en el ejercicio del poder, la respuesta es que en lo que al crecimiento económico respecta, sí importa.
En términos generales los inversionistas, en todo el mundo, se sienten más cómodos invirtiendo (y generando empleos) en aquellas economías que les ofrecen mayor certidumbre, pues, en la medida que el comportamiento de las variables económicas y el gobierno son más predecibles, se reducen los riesgos a los que se enfrentan y, por lo tanto, pueden acceder a tasas de rendimiento menores que podrán compensar en el mediano y largo plazo; por el contrario, en la medida que el entorno económico o la manera de actuar del gobierno es más impredecible, los riesgos que enfrentan las inversiones son mayores (no saben qué puede pasar y, en consecuencia, es mucho más complicado planear de manera adecuada) por lo que requieren de rendimientos muchos más altos para que la inversión sea atractiva o, de plano, optar por no invertir (y se dejan de generar empleos).
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De la lógica anterior, se desprende la relevancia que tienen el Estado de Derecho -lo que hace predecible y menos discrecional al gobierno- y la estabilidad macroeconómica -que reduce la inestabilidad de la economía-.
Sin embargo, no son las únicas variables que considerar.
Menos discutida mediáticamente, pero igual de necesaria para que los mercados funcionen, es evitar el fenómeno de la “información asimétrica” que, palabras más o palabras menos, es una falla de mercado en la cual uno de los agentes tiene más o mejor información que los otros. Por dar un ejemplo, en la medida que un empresario o el gobierno tienen acceso a información fundamental para la toma de decisiones económicas y el resto de los agentes no, la incertidumbre para los inversionistas se dispara (¡porque no tienen información!), al igual que los riesgos que enfrentan, lo que los disuade de invertir.
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Tan importante es contar con información para la toma de decisiones económicas que sea fidedigna, objetiva y oportuna, que las instituciones que la publican, como es el INEGI o el propio Banco de México, son consideradas como instituciones del Estado Mexicano, cuya perspectiva tendría que ir más allá de los intereses electorales o económicos del gobierno en turno.
Durante mucho tiempo, la información que genera México ha sido ejemplar, lo cual ha abonado a la estabilidad del país y a su atractivo como destino de inversiones a raíz de la apertura comercial y la entrada en vigor del TLCAN/T-MEC. Caso contrario es la bajísima credibilidad que históricamente han tenido los datos económicos argentinos, que son la primera barrera que enfrentan los capitales para invertirse en el país pampero.
Desafortunadamente, la coyuntura actual vulnera la calidad de la información que genera México, pues, si los candidatos oficiales manejan datos diferentes de los que las instituciones ofrecen a ciudadanos e inversionistas se genera la duda sobre cuál es la buena, ¿la pública a la que tenemos acceso o la de los candidatos? Aún peor, cada vez que el Presidente López Obrador y sus émulos salen con eso de los “otros datos”, en automático ponen en entredicho a la información oficial y, más grave, generan incertidumbre adicional que potencialmente puede desincentivar las inversiones, dado que los datos con los que hicieron sus proyecciones no son los que utiliza el Poder Ejecutivo y, partiendo de la discrecionalidad con la que suele comportarse el Gobierno, es difícil saber cuál es la cierta o cuál va a ser la “buena” en caso de controversias.
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En el corto plazo, las mentiras y las posverdades podrán ser atractivas desde el punto de vista discursivo o electoral. Sin embargo, en el mediano pueden formar parte de la explicación de por qué México no aprovechó a cabalidad la oportunidad que el “nearshoring” le ofrece al país.
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