Economía
Días atrás Octavio Romero, director general de Pemex, ganó una posición determinante en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) con la llegada de Francisco Vega Rodríguez a la vicepresidencia de Supervisión de Grupos e Intermediarios Financieros. Es un despacho clave para la relación del Gobierno con la banca. El movimiento fue fuertemente patrocinado por Andrés López Beltrán, el hijo más político del presidente, que además ostenta cada vez más nexos en el ambiente de los negocios.
Vega fue auditor en Pemex, o sea que allí debía ser una suerte de controller de la gestión de Romero. En lugar de eso su papel fue clave para permitir la permanencia de Miguel Angel Lozada, mandamás de Pemex Exploración y Producción, muy objetado por Rocío Nahle y que a diferencia de la plana mayor de Pemex, rara vez se lo ve en la colonia Anzures, sino que más bien despacha entre Tabasco y un coqueto despacho en Polanco, donde los visitantes tienen asegurada su clandestinidad.
Para entender: Lozada está muy protegido por el hijo del presidente y cuando a mediados de 2019 Romero estuvo muy cerca de removerlo, allí apareció su pedido encarecido para resguardar al funcionario. Los nexos de Pemex con la familia presidencial, dado el antecedente de la «Casa Gris» de Houston, se están convirtiendo en un objeto de deseo para la oposición (interna y externa), que busca quebrar la fortaleza del discurso moral de AMLO.
La llegada de Vega se combina con el rumor extendido entre columnistas y cronistas de que en realidad Adán Augusto López Hernández está ganando terreno en el organismo regulador. Lo cierto, es que más allá de algún contacto puntual, Adán -rival de Octavio en la política tabasqueña- no tiene a nadie de su confianza en un cargo tan determinante como el de Vega.