Pre-Criterio

Michel Chaín

Hay veces en que cuesta trabajo distinguir la candidez del cinismo.  Lo anterior viene a colación dado que apenas en mi entrega anterior señalé que en los países donde hay elecciones es común observar cómo, en los años electorales, el Gobierno en funciones se vuelve laxo en el control de las variables financieras, a fin de apoyar a los candidatos de su Partido Político. Dicho descubrimiento no es ningún momento de lucidez de su servidor ni mucho menos, sino un tema presente en la literatura económica desde los años 70 gracias a autores tan renombrados como William Nordhaus, Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel 2018, por citar a uno de los más destacados.

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En este sentido, no nos podemos hacer los sorprendidos cuando un Gobierno gasta de más en un año electoral, llegando incluso a romper el equilibrio fiscal más allá de lo prudente.  Lo que sí sorprendería es que un Gobierno, una vez que ha roto la disciplina financiera para perseguir fines electorales, sea tan “cara dura” o tan “inocente” como para reconocerlo públicamente y, aún más, si lo hiciera antes de que se celebre la elección en la que pretende influir.

La reflexión anterior es relevante para México, porque un reconocimiento como el recién descrito es, precisamente, lo que de facto hizo la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) al presentar los Pre-Criterios Generales de Política Económica 2025 a la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión el pasado 27 de marzo.

Vamos por partes.

Los Pre-Criterios Generales de Política Económica (Pre-CGPE) son los documentos en los que la SHCP presenta los aspectos relevantes sobre el marco macroeconómico y los objetivos de finanzas públicas para el cierre del año en curso y el año venidero, mismos que sirven de punto de partida para la discusión de la que resulta la aprobación, en la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, del Presupuesto de Egresos y de la Ley de Ingresos.

Entrando al contenido de los Pre-CGPE 2025, lo primero que llama la atención es que el déficit del sector público, es decir la brecha entre los ingresos del Gobierno y lo que el Gobierno va a gastar este año, va a ser del 5 % de toda la riqueza que produzca el país a lo largo del año o 1,700.2 miles de millones de pesos corrientes.

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Una brecha así de grande entre ingresos y egresos es una anomalía innegable para un Gobierno Federal del que, si algo se reconocía era su disciplina fiscal y que no se explica más que por el ánimo de influir en la jornada electoral de 2024.  

Tan es así que, para 2025, la diferencia entre ingresos y gasto de gobierno se reduce del 6 % a únicamente el 2.5 % del PIB (889.9 miles de millones de pesos corrientes), con una reducción marginal en los ingresos del 21.9 % del PIB en 2024 a un 21.5 % en 2025 pero un ajuste mayúsculo en los egresos, que pasan del 26.9 % del PIB en 2024 a únicamente el 24.0 % del PIB en 2025.

Dados los avances reales en los megaproyectos presidenciales, argumentar que la reducción es porque ya no se va a gastar en el Tren Maya o en la Refinería de Dos Bocas resulta, palabras más o palabras menos, un chiste cruel.

Lo que sí es clarísimo, a la luz de los datos, es que el actual Gobierno Federal para su exceso de gasto electorero, independientemente de que gane Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez, va a aplicar el mexicanísimo “sírvale, que la de atrás paga”.

Pre-Criterios

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