Nuestras Plumas
Diálogos en el Infierno
Por José Zenteno
Desde el año 2016 las encuestas electorales comenzaron a fallar, no solo en México, sino en muchas partes del mundo. Muchos hablan sobre la pérdida de confianza en las encuestas, pero son pocos los encuestadores profesionales los que opinan al respecto.
Las fallas de las encuestas coinciden en países donde surgen líderes populistas que, sin importar el grado de desarrollo socioeconómico de las poblaciones, generaron un fenómeno de polarización.
La confrontación entre partidos y candidatos tomó una nueva dimensión con las redes sociales. El algoritmo, por una parte, y la posibilidad de difundir noticias falsas por la otra, fueron los nuevos actores en la escena política y electoral.
¿Por qué la polarización ha sido distinta a partir del surgimiento del populismo con relación a elecciones anteriores? ¿Qué papel jugaron las redes sociales? ¿En qué y cómo afectó a la precisión de las encuestas estos nuevos actores en la escena electoral?
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Los líderes populistas han existido en todas las épocas de la historia, incluso en naciones sin democracia. En ciertos momentos particulares las sociedades han encumbrado a líderes populistas debido a distintas circunstancias que los volvieron atractivos. Sin embargo, nunca en la historia el fenómeno populista ha ocurrido en tantos países al mismo tiempo. Por lo tanto, el populismo es un fenómeno político global fruto de la posmodernidad de nuestra época.
Lo encontramos en el Reino Unido con el movimiento conocido como BREXIT que provocó la salida de ese país de la Unión Europea. En ese mismo año 2016 gana sorpresivamente la presidencia de los Estados Unidos un excéntrico, polémico y populista Donald Trump. En ambos casos, tanto en el referéndum británico como en las elecciones presidenciales de EUA, las encuestas fallaron.
También encontramos líderes populistas en América Latina. Los casos de Venezuela con Hugo Chávez, Ecuador con Rafael Correa, El Salvador con Nayib Bukele, Brasil con Yair Bolsonaro, Colombia con Gustavo Petro, México con Andrés Manuel López Obrador y más recientemente Argentina con Javier Milei. Algunos son populismos de derecha conservadora como Bolsonaro o Bukele, otros libertarios como Milei y el resto es de izquierda.
En Francia Jean-Luc Melénchon y Marine Le Pen, en Turquía Tayyip Erdoğan, en Hungría Viktor Orbán, en la India Narendra Modi, en Rusia Vladimir Putin, por mencionar algunos que están en poder o aspiran a él. Todos son líderes de corte populista.
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¿Qué ha facilitado el surgimiento de esos liderazgos al mismo tiempo y con tanta fuerza en distintos países con realidades totalmente diferentes? Las redes sociales.
El algoritmo de las redes está programado para estudiar el comportamiento de los usuarios y repetir el tipo de mensajes que les motivan a interactuar. Su objetivo es mantener tu atención en la pantalla. Si miras un video o una fotografía, lees un texto, le das “like”, lo compartes o lo comentas, todo lo registra el algoritmo, incluso hasta lo que conversas cuando no estás consultando tus redes. Es tan capaz e inteligente que te conoce mejor que tú. Por lo tanto, si tu posición política es favorable a una corriente o sueles reaccionar a mensajes provenientes de cierta tendencia o contenido ideológico, el algoritmo tiene la orden de mandarte más de eso que te gusta. Y no solo eso, también aprende lo que no te gusta y evitará que te alcancen los mensajes del bando contrario.
Las redes sociales refuerzan conductas y creencias, aunque sean dañinas o falsas.
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La cosa es aún peor. Nunca en la historia algún medio pudo estimular la producción de tantas sustancias en el cerebro de sus audiencias. La posibilidad de interactuar con artistas, deportistas o políticos produce adrenalina en las personas. El debate, la confrontación de posturas, decir disparates e insultar a otros, también dispara otras sustancias adictivas. El simple hecho de que alguien le de like o comparta algún contenido provoca la producción de dopamina en quien lo publicó. Ese es el placer de ser “alguien” en el entorno digital.
La combinación de dopamina y adrenalina con noticias falsas y discursos plagados de falacias que suenan bonito y estimulan emociones, son la receta ideal para formar ejércitos de adictos al populismo dispuestos a pelear una guerra política que los satisface enormemente.
En ese escenario de irracionalidad y estados alterados de conciencia colectiva se insertan las encuestas. Ya no solo se trata de preguntar por preferencias políticas, sino de «calibrar” el estado emocional de los informantes para poder estimar el grado de veracidad de sus respuestas. Sí, los informantes mienten con más frecuencia.
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Antes bastaba con tabular las respuestas a la pregunta de por quién va a votar. Ahora ya no estamos seguros de que esa respuesta sea la verdad, hay que hacer otras preguntas que describan el estado emocional y contextual del informante hasta poder dar con la respuesta más probable.
A la irracionalidad, los estados emocionales alterados y las mentiras, agregamos otros factores que refuerzan esas conductas como los chantajes de los activistas del gobierno y la delincuencia.
Los activistas conocidos como “servidores de la nación” amenazan a los ciudadanos con quitarles los apoyos sociales si votan por la oposición y los convencen de que su voto no importa porque “MORENA va a gobernar, aunque pierda las elecciones”. Eso provoca que muchos informantes digan en las encuestas que votarán por MORENA aunque no sea cierto o simplemente declaren que no van a votar o que no saben por quién lo harán, aunque tampoco sea cierto.
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El fenómeno delictivo ha provocado la construcción de cercas perimetrales alrededor de donde viven millones de mexicanos. Esas cercas físicas y culturales impiden que nuestros encuestadores puedan hacer su trabajo. Es cada vez más difícil incluir a la clase media urbana en las muestras porque habita en fraccionamientos cerrados o en edificios, y cuando sí podemos tocar en sus domicilios, simplemente no quieren responder a los encuestadores por miedo a ser víctimas de un robo.
Las elecciones del Estado de México son un ejemplo de que las encuestas sobreestiman las preferencias por MORENA. Unos dicen que se trata de propaganda financiada por el gobierno federal, yo les digo que no ‘pero sí’. Las empresas serias no alteran sus resultados, sino que el dato sale alterado desde la fuente primaria como consecuencia de las tácticas de comunicación del oficialismo.
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Los clientes profesionales saben utilizar la información de las encuestas más allá de la pregunta de intención de voto, los demás usuarios solo se fijan en ese indicador. Al igual que los usuarios inexpertos, los informantes ponen mucha atención a la pregunta de por quién piensan votar, pero son más espontáneos en otras preguntas. Y justamente son las otras preguntas las que nos brindan pistas sobre el más probable comportamiento de ese informante a la hora de votar.
Ninguna metodología de encuestas es mejor que las demás en este momento, todas tienen alguna debilidad. A pesar de ello, hay encuestas que sí miden las preferencias electorales de manera correcta. Lo que sobresale son los encuestadores que calibran mejor sus estimaciones. A eso hemos llegado.
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