Martino

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Estaba advertido Gerardo Martino. Pero nadie experimenta en cabeza ajena. Se le había dicho, como a Juan Carlos Osorio, que si el futbolista en sí es un animal diferente, el futbolista mexicano es un animal aún más desemejante, más atípico, más peculiar.

Ya lo sabe. ¿Tarde? ¿A tiempo? De él dependerá. Por lo pronto, Martino ha empezado a buscar ayuda. Al menos una puerta se le ha abierto, irónicamente, la del club más despreciado en la Federación Mexicana de Futbol y en las oficinas de los dos zares de este balompié: Emilio Azcárraga Jean y Alejandro Irarragorri (Grupo Orlegi).

El Tata Martino tocó a la puerta de Pachuca, sí, a la puerta del Lutero amenazante de la incasta e impura iglesia mexicana del futbol, que despacha desde las lujosas oficinas en Toluca, pero se gobierna desde el Salón Oval de Televisa.

Lo revela el mismo Guillermo Almada en una entrevista con el espacio Futbol Total de Ecuador. Curiosamente, se hizo énfasis en los titulares en los medios, en que el uruguayo se destapa como candidato a dirigir al Tri, en cuanto caduque, si es que no lo ha hecho ya, la gestión de Martino.

Sin embargo, ahí, dentro de las epifanías de Almada, salta, abruptamente, la desesperación de Martino. El acto de contrición de El Tata, buscando respuestas que sus recorridos por Argentina, Paraguay, Barcelona y MLS, no son capaces de darle.

Reitero, el futbolista mexicano es un animal tan peculiar que escapa a cualquier tipificación posible en la zoología vasta y compleja del futbol mundial.

Sí, tiene las mismas dos piernas, los mismos dos brazos, y una sola cabeza, pero, ¡ah!, lo que pasa por esa cabecita es tan impredecible, que Sigmund Freud, Jean Piaget o Albert Bandura, de haberlo confrontado, habrían preferido aburrirse como cajeros bancarios, antes que meterse al coliseo de esa roñosa hydra de mil cabecitas disparejas en una sola.

No me canso de citar al doctor Octavio Rivas (QEPD), psicólogo del Tri y de equipos mexicanos, con su razonamiento hecho alguna vez en ESPN Deportes: “’Pérate, son mexicanos, están programados al revés”.

Martino
Foto: El Financiero

Sí, así es, Gerardo Martino, y lo explican, o trataron de explicarlo, Octavio Paz, Samuel Ramos y José Vasconcelos. Y, según ellos, es el impacto de la conquista, la colonización, el mestizaje, el despojo, y un historial de guerras perdidas, al grado que se sublima al épico 5 de Mayo en Puebla. Es necesario ¡mitificar! a Los Niños Héroes de Chapultepec, como para querer empatar el marcador en los tiempos extras de otra historia. Ya en penales, la verdad se conoce hasta nuestros días.

Retomando el tema de esa encerrona, seguramente con buen café y buen mate, entre Almada y Martino, el uruguayo, quien prefirió seguir dirigiendo en México, en lugar de su selección nacional, relata:

“Más allá de eso no puedo opinar, porque me gusta respetar el trabajo del Tata Martino, que tuvo la deferencia de juntarse con nosotros hace un mes para que intercambiáramos secretos del Pachuca, (sobre) cómo generamos esa intensidad, ese ritmo, ese tipo de juego, presión alta que (a él) le gusta, pero hereda muchos jugadores que no la hacen (en sus clubes), y por eso no la puede hacer (con la Selección Mexicana)”, expone Almada.

Si hizo bien en revelar o no estos detalles, quedará entre el mismo Almada y Martino. Queda la sensación de haber roto la confidencialidad de la charla, pero se le agradece.

Sí, El Tata busca ayuda. Y no se le puede reprochar en absoluto. Por el contrario, es de encomiarse el que decida bajar del pedestal, donde ha sido apedreado en los últimos dos años por el pobre rendimiento del Tri, y que humildemente se decida a buscar auxilio.

Seguramente Martino sabe el ABC del futbol. Posiblemente conozca más de ese silabario que el mismo Almada. Pero saber no garantiza saber hacer, saber explicar, saber convencer, saber imponer.

Repasemos: “(…) para que intercambiáramos secretos del Pachuca, cómo generamos esa intensidad, ese ritmo, ese tipo de juego, presión alta que le gusta, pero hereda muchos jugadores que no la hacen y por eso no la puede hacer”.

¿Recuerda Usted cómo ante los fracasos reiterados ante Estados Unidos y Canadá, Martino se justificó, también reiteradamente, con “nos faltó intensidad”, “perdimos intensidad”, “no fuimos superiores en intensidad”?

Y seguramente así como habló sobre ese tema con Almada, ha buscado, buscará o debería buscar referencias en otros entrenadores: Miguel Herrera, Javier Aguirre, Manolo Lapuente, Nicolás Larcamón, Fernando Ortiz y Diego Cocca, especialmente con éste, a pesar de la barbaridad que cometió al decir que no convocaba a Aldo Rocha y a Luis Reyes, porque la columna vertebral rojinegra era de extranjeros. Ahí, ni como salvarlo de semejante estulticia.

Intensidad es una palabra clave en el futbol y en la vida misma. Significa pasión, devoción, compromiso, lealtad. Lo describe maravillosamente el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán: “El baloncesto español necesita héroes con carne de cromo coleccionable”. Y sí, México y El Tata también.

Almada pudo abrirle su enciclopedia a Martino. No basta. Porque al confrontar a sus jugadores, los animales más atípicos del zoológico del futbol, Martino no será Almada. Defenderá preceptos y conceptos ajenos, pero al menos es un intento saludable.

Porque de ahí parte todo, de la intensidad, Johan Cruyff lo explicaba: “El estilo del Barcelona sólo funciona a máxima intensidad. Es fantástico cuando se realiza al 100 por ciento”.

Eusebio Sacristán (ex Real Sociedad) explicaba a El País sobre sus diferentes momentos en el Barcelona: “Nosotros necesitamos una intensidad máxima para hacer nuestro juego: presión, ritmo alto, velocidad de balón… Cuando perdemos intensidad, perdemos”.

Gerardo Martino está, obviamente, desesperado, confundido y confuso. Seguramente Usted se preguntará por qué en el listado de técnicos a consultar no aparece Andrés Lillini de Pumas, quien se esfuerza por sacar diamantes de la cantera de Pumas.

De hecho, la solución está ahí, en la cueva de Pumas. Su nombre es Miguel Mejía Barón. Él sí es un experto en domar, domesticar, amaestrar y exaltar a esa bestia desemejante, diferente, que es el futbolista mexicano, y claro, descifra también al jugador en general. Desde su llegada a Pumas, Lillini dejó de sufrir en el diván, y se dedicó sólo a la cancha y el pizarrón.

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México ofreció una pobre actuación ante Uruguay. Imago7

Si para Rusia 2018, en un alarde obsceno de ingenuidad, los bobalicones directivos le impusieron a Osorio al profeta fallido de las bellotas y los ahuehuetes, Imanol Ibarrondo, ahora sería inteligente (sí, ya sé, es mucho pedir), integrar al clan hermético de Martino, a Mejía Barón y que éste mismo le explique lo que le explicó a Lillini: “No vengo a quitarte el puesto, vengo a ayudarte a salvar tu puesto”. El también odontólogo, no irrumpe ni ensucia el trabajo del técnico, lo fortalece.

¿Que no quiere Martino o que no se lo permite su caballerango Jorge Theiler? A fajarse los pantalones, Yon de Luisa. O, si de plano, ya perdió el control, tal vez será el turno, sin tener que esperar a 2023, para que Irarragorri asuma funciones de una vez.

En la concentración previa al Mundial de Qatar, arrancando noviembre, Mejía Barón debería sumarse y empezar con esa labor. Entonces, esa intensidad que hoy mendiga Martino, sería una cátedra obligatoria en el día a día, con alguien capacitado para imponerla.

Estoy de acuerdo con Usted, sé lo que piensa. ¿Hay que hacerles “cocowash” a Héctor Herrera, a Edson Álvarez, a Tercatito Corona, a Chucky Lozano, a Raúl Jiménez, para que se sublimen con su selección nacional? La respuesta es que NO debería ser necesario, pero, lamentablemente es más que necesario, es imprescindible e indispensable.

Bueno, para que le quede claro. Con Mejía Barón no habría ocurrido aquella rebelión de las “Divas Rubias” en Rusia 2018, encabezada por Javier Hernández. En dos minutos, la sofoca. Incluso, con el mismo ex técnico de Pumas y del Tri, ese pasaje del #BrunchNeoyorquino y otros excesos de Chicharito, jamás habrían ocurrido.

Pero, por lo pronto, Gerardo Martino, sigue tocando puertas, todas las que puedas, pero debes entender que no todo lo que puedas aprender, estarás capacitado para llevarlo a cabo. Ellos, a quienes consultes, te contarán todo lo que quieres saber, pero no todo lo que ellos saben ni todo lo que debes saber.

Origen: S.O.S., Gerardo Martino necesita de Mejía Barón… ¡ayer!

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