Sobre la Marcha…
Rafael Martínez de la Borbolla
@rafaborbolla
“Escribo como si fuese a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida”.
Clarice Lispector
Comparada con Virginia Woolf y James Joyce, es considerada hermética, permeada por la experimentación lingüística, entre líneas y «silencios». Sus tramas son prácticamente inexistentes y es conocida por sus rupturas de las reglas de puntuación, con una novela, por ejemplo, que comienza con una coma y termina con dos puntos.
Chaya Pinkhasovna Lispector fue el nombre que le pusieron al nacer el 10 de diciembre de 1920, en la localidad ucraniana de Chetchelnik. De origen judío, fue la tercera hija de Pinkhas y Mania. Su nacimiento supuso un alto en el camino de huida en una época de hambre, caos y persecución racial. Su abuelo fue asesinado, su madre fue violada y su padre fue exiliado, sin dinero, al otro lado del mundo.
Al año siguiente de nacer Chaya, toda la familia huyó de los pogromos antijudíos del entonces Imperio Ruso, primero a lo que en la actualidad es Moldavia y Rumanía y más tarde, en 1922 a la ciudad de Maceió (capital del estado de Alagoas), donde ya estaban unos familiares. Al llegar a Brasil todos tomaron nombres portugueses: Pinkhas se convirtió en Pedro, Mania en Marieta, y Chaya recibió el nuevo nombre de Clarice.
Estudió Derecho en Río de Janeiro mientras colaboraba con algunos periódicos y revistas locales. En 1944 sorprendió a la intelectualidad brasileña con la publicación de Cerca del corazón salvaje, novela por la que recibió el premio de la Fundación Graça Aranha. Orhan Pamuk la definió como «Una de las escritoras más misteriosas del siglo veinte.»
Casada con un diplomático brasileño, la escritora vivió fuera del país de 1944 a 1959 (Italia, Suiza, Inglaterra y Estados Unidos). Cuando se separó, regresó a Brasil, donde vivió hasta su muerte, el 9 de diciembre de 1977, un día antes de cumplir 57 años.
Un libro fundamental para comprender su obra y el legado es Dónde se enseñará a ser feliz que reúne algunos de sus cuentos más emblemáticos, además de entrevistas, crónicas y ensayos periodísticos, también destacan; La manzana en la oscuridad, La hora de la estrella, Cuentos Reunidos y la Pasión según G.H.
En La ciudad sitiada el lector conoce a una de las protagonistas más memorables entre sus libros. Lucrecia Neves es una mujer apasionada que se siente sofocada por la ciudad y sus habitantes. Es una mujer valiente y rebelde que vive en una constante metamorfosis, siempre en busca de una plenitud aparentemente inalcanzable.
Como Clarice trae a un primer plano una experiencia del lenguaje que nos lleva a cuestionar los estándares, sean los que fueren, quienes buscan realizarse fuera del lugar social predeterminado de familia, clase social, género, tienden a encontrarse en su obra.
No le gustaban las entrevistas y la ficción —en su caso— es muchísimo más importante e incisiva y elocuente que la no ficción. De la lectura de sus novelas y cuentos se podría concluir que es una autora hermética, cercana a la mística; es una escritora absolutamente contemporánea, que resolvió en su obra uno de los grandes problemas literarios de nuestra época: cómo escribir con ambición abstracta paisajes mentales con palabras figurativas. A partir de la traducción de sus textos, también afectó a la literatura de otros países. Ella hizo una literatura que inquieta al lector, instalando una perspectiva crítica en relación a los esquemas, que alienan al ser humano del contacto vigoroso con si mismo, con el otro, con la vida.
Durante tres días de septiembre de 1966 los médicos estuvieron a punto de amputarle la mano derecha. La mano con la que escribía. Los dedos y las palmas y los tendones y la muñeca habían sufrido quemaduras de tercer grado, como las piernas y otras partes de su cuerpo. Las dos adicciones de Clarice Lispector se habían finalmente cruzado a sus cuarenta y seis años: las pastillas para dormir le habían hecho efecto cuando todavía no se había consumido su último cigarrillo. El humo la despertó a las tres y media de la mañana en su apartamento de Río de Janeiro y su primer impulso fue intentar salvar sus textos. Con las manos. A partir de entonces solamente podría escribir a máquina.
Su valor para Brasil está claro: “Es, junto con Guimarães Rosa, la gran escritora de la segunda mitad de nuestro siglo XX”, sentencia Corrêa do Lago. Quizá sea cuestión de que, con el tiempo, se le acabe encontrando un hueco que no dependa de si representaba o no la mentalidad brasileña. “Y Shakespeare ¿representa la mentalidad inglesa? O Cervantes, ¿la española? Al principio desde luego que no: eran simples escritores, y el Quijote se pudo haber escrito en Francia tanto como Hamlet se pudo haber escrito en Italia”, protesta Moser. “Pero los grandes artistas saben proyectar, de una manera muy extraña, una visión muy excéntrica y personal sobre los hablantes de todo un idioma, y también saben hacerles creer que esa visión es la suya. Así, es imposible imaginar el español sin Cervantes, el inglés sin Shakespeare y el portugués sin Clarice”.
Dame tu mano:
Voy a contarte ahora
cómo he entrado en lo inexpresivo
que siempre ha sido mi búsqueda ciega y secreta.
De cómo he entrado
en aquello que existe entre el número uno y el número dos,
de cómo he visto la línea de misterio y fuego,
y que es línea subrepticia.
Entre dos notas de música existe una nota,
entre dos hechos existe un hecho,
entre dos granos de arena por más juntos que estén
existe un intervalo de espacio,
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existe un sentir que es entre el sentir
en los intersticios de la materia primordial
está la línea de misterio y fuego
que es la respiración del mundo,
y la respiración continua del mundo
es aquello que oímos
y llamamos silencio.
-Clarice Lispector.