lópez
Júnior

Desde el Monterrey de las Montañas

Guillermo García Villegas

Ni la constitución moral, ni las prédicas presidenciales de ministro de culto todas las mañanas, ni siquiera los traslados en un carro tan incómodo como un tsuru, lograron que la familia del presidente adoptara su ejemplo de austeridad republicana. Andrés Manuel fracasó en la educación de sencillez y moralidad en su propia casa. Si le sirve de consuelo; su caso es la regla y no la excepción.  

El primer júnior de todos es el que ostentó el mejor título. Agustín Jerónimo de Iturbide obtuvo de su padre Agustín I de México, el nada despreciable título de “Príncipe Imperial de México”. El primer primogénito en la historia independiente de México heredaría de papi nada menos que la nación entera. 

Fracasado el proyecto imperial, que duró menos de un año, tocaba a los republicanos dar el ejemplo, sin embargo, lo hicieron todavía peor. 

Quizás, quien realmente impone la corrupción como una forma de gobierno es Santa Anna. El general gobernó 11 veces y obviamente tenía su júnior de cabecera. En este caso fue su yerno Carlos Millard, quien, por poner solo un ejemplo, obtuvo la concesión de carbón mineral por 50 años de su querido suegro. 

El mejor mexicano de todos, Benito Juárez García, también tuvo como hijo a lo que calificaríamos como un júnior. Benito Juárez Maza, se dice que su única virtud era su nombre y su ascendencia de la que sacaba provecho constantemente. Esto lo hacía sin ningún recato, en sus cartas utilizaba frases como: “Por ser hijo del padre que nos dio la patria…”. Porfirio Díaz lo envió de gira por el mundo donde fue diplomático en Washington, Berlín, París y Roma. A su regreso fue diputado y gobernador de Oaxaca con la pura fuerza de su nombre, pero sin oficio ni beneficio ya que murió apenas al año de tomar protesta como gobernador. 

Es hasta ocioso mencionar a los júniors en el Porfiriato donde todo negocio tenía que tener el visto bueno del dictador, lo que ponía en una situación de ventaja y abundancia a la familia presidencial. Basta con leer un poco de la vida de Porfirio Díaz Ortega, quien triunfó en todo negocio que emprendió mientras su papá fue dictador, desde ganar la obra para construir el manicomio en la Ciudad de México hasta tener las autorizaciones necesarias para desarrollar la colonia Condesa. 

El sistema priista heredó ese nepotismo empresarial y lo llevó a Los Pinos con algunas rarísimas excepciones. Lo común de los hijos, yernos, sobrinos e hijos putativos del presidente era hacer notar y aprovechar la relación con la presidencia imperial. 

Los júniors también han sido fuente de conflicto internacional.  El hijo del entonces presidente Zedillo provocó que la banda U2 vetara a México de sus giras por varios años. Según notas de la época, en 1997 el júnior de Zedillo intentó irrumpir a la fuerza en los camerinos al finalizar un concierto lo que provocó un altercado violento entre la seguridad de la banda irlandesa y el estado mayor presidencial que custodiaba a los vástagos del presidente.  

Con la democratización de México las cosas no cambiaron, los hijos de Martha Sahagún, los famosos hermanos Bibriesca, fueron los dueños de Los Pinos en el sexenio de Fox. 

Los calificativos de “prole” a los críticos de su papá por parte de una hija de Peña Nieto demuestra con crudeza la superioridad con la que se ven ellos mismos. Diferentes como por derecho de cuna.

Marco Aurelio, el emperador romano escribía hace miles de años: “Habitúate a pensar que nada ama tanto la naturaleza del Universo como cambiar las cosas existentes y crear nuevos seres semejantes”. Al parecer el principio sigue vigente, y es que al ver al junior de ahora no podemos evitar darnos cuenta que se parece mucho a los juniors de antes. 

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