Muerte
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#DesdeElMonterreydelasMontañas

Guillermo García

El 2021 fue un año que estuvo siempre bajo la sombra de la muerte. La pandemia con sus olas, mutaciones, transmisibilidad y demás factores parece un juego de azar mortal en lo que lo único seguro es el surgimiento de nueva terminología.  

Desde hace ya casi dos años, emprendemos con cierto grado de temor a la muerte, las más elementales actividades sociales. La salida al restaurante, la reunión con los amigos, simplemente ir a la oficina o visitar a la familia nos genera una pequeña pausa mental en la que nos preguntamos ¿Será aquí donde me enfermaré? ¿Y si estoy enfermo y no lo sé y enfermo a los demás?

De todo lo tragicómico del Covid, uno de sus fenómenos que me parecen más interesantes ha sido el surgimiento de los “asintomáticos”. Enfermo de un virus mortal, sin demostrar ningún síntoma, sin ninguna mala intención, cientos de miles de seres humanos están propagando el virus por ende aumentando su letalidad y probabilidad de mutación. ¿Por qué son asintomáticos? Nadie sabe con exactitud. El ser víctima o victimario en esta enfermedad es una ruleta rusa. 

Otra advertencia que nos deja el Covid, si es que algún día se va, es la de la censura. Antes, las crisis sociales se manejaban desde los gobiernos quienes filtraban y censuraban la información. Hoy directamente la sociedad a través de las redes produce y consume la información. Ha sido un desastre. Como sociedad hemos demostrado ser incapaces de producir contenido responsable, y los videos de gente advirtiendo por “chips” en las vacunas o de pseudo doctores negando la existencia y letalidad del Covid abundan en redes sociales. Creamos un sistema de comunicación que tiene su base en la popularidad y no en la verdad. Por lo que, entre más “likes” y “compartir” tenga una noticia más propagación tiene, independientemente del daño que le pueda producir a la sociedad.

En su libro “La negación a la muerte” Ernest Becker expone que una de las grandes particularidades del ser humano que lo diferencian de las demás especies es su conocimiento sobre su propia muerte y de la continuidad de la sociedad. O sea, el ser humano es el único ser que sabe que se va a morir y que el mundo va continuar después de su muerte. Según Becker hemos desarrollado ciertas defensas naturales ante esta horrible verdad que nos ayudan a sobrellevar el día a día. El darle el significado de trascendencia al trabajo, sentir que perduraremos a través de nuestra familia o buscar la vida eterna en Dios son las más elementales herramientas para no caer en la neurosis provocada por la inexorabilidad de la muerte.

     Quizás por eso las mentiras sobre el Covid se propagan como fuego en las redes sociales. Si observamos con detenimiento son muchas más las mentiras que quieren desprestigiar a la ciencia y concluir que el covid es prácticamente inofensivo que aquellas que quieren engrandecerlo y presentarlo como una amenaza aún mayor que la que ya representa. Es esa negación a la muerte la que nos quiere hacer creer esas mentiras. Quizás las personas que creen esas idioteces, necesitan creer en ellas por su propia sanidad mental.

El 2021, lo quiera reconocer el gobierno o no, será recordado como el año de la muerte. Sólo de enero a marzo de 2021 ya existía un exceso de mortalidad de 166, 178 personas más que en el mismo periodo del 2020. Durante la guerra española el general español José Millán-Astray, franquista quien no tenía reparos en matar y mandar morir a su tropa, contrariaba en su forma de ser en cada punto al psicólogo Becker ya que a le infundía valor a los fascistas, no negando la posibilidad de su muerte, sino viéndola como algo feliz y hasta gozoso “¡Viva la Muerte!” gritaba el general. Muera el 2021, digo yo.

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